Bosques, obscuros e imponentes, miles de arboles la
rodeaban sin dejarla ver siquiera donde acaban sus robustas copas, apenas y
podía saber que era de noche porque se colaban pequeños rayos de luz lunar por
los espacios entre las ramas de los arboles de mas de 3 metros de altura, la
humedad del bosque no era buena para su asma, hacia que se sintiera mal, no podía respirar el aire de ese lugar
era tan húmedo que le dolía hacerlo, corría tratando de salir de ir, pero a los
pocos minutos renunciaba solo conseguía correr en lo que a ella le parecían
unos grandes círculos, hasta que llegaba al punto que ella consideraba su
máximo avance.
Ahí en medio del
gran bosque se ubicaba el tronco de un árbol, cortado meticulosamente para que
no tuviera imperfecciones con el fin de usarlo como mesa, no media ni siquiera
el metro y medio. Sobre él había un gran libro de cuero negro probamente,
ladeándolo había 4 velas blancas y 8 copas lo rodeaban en el filo del tronco,
colocadas en una posición mas que simétrica. Cuando por fin lograba acercase a
ella, reuniendo valor, lo veía, veía a un chico de tez blanca pero no como la
luna ni las cebollas, mas bien como el blanco normal de cualquier
estadunidense, tenía unos ojos obscuros mas que hermosos e hipnotizantes, él le
tendía la mano y ella la tomaba después el desaparecía, se iba como aparecía,
cuando se acercó a un mas al libro vio que este tenía siete pequeños sellos de
diferentes formas, colores e incluso materiales, cuando quisó tocar uno que era
el más hermoso a su parecer, el aparecía de nuevo a lado de ella y de nuevo se
perdía en su mirada mientras el depositaba una pequeña daga en sus manos, con
el mango hacia sus dedos y el filo, la filosa punta rozándole peligrosamente la
muñeca de su mano. Entonces él la atacaba y con una daga igual a la que le
había dado, le atravesaba el pecho, hasta llegar el corazón y cuando ella
intentaba arrancar la daga esta parecía adentrarse más en su piel.
-No debiste haber…-
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